jueves, 26 de noviembre de 2009

Testimonios de una cristiana que vive las experiencias de fe desde la política: La despenalización del aborto

Ponencia ante Seminaristas y Sacerdotes en La Pontificia en Tlalpan, Distrito Federal, México.: Jacqueline L’Hoist


Los testimonios son confesiones de vida, porque están llenos de reflexiones en donde asumimos nuestros errores y aciertos. Yo asumo lo que hago porque me gusta, es mi camino y mi opción de vida, así lo dice mi principio y fundamento. Hoy los Derechos Humanos son para mí mis mandamientos, es mi discurso más incluyente en un mundo globalizado. Y es que las y los laicos nos enfrentamos al mundo real, al mundo diverso, multicultural, globalizado, esa es nuestra cancha de cada día, no hay otra. No somos autoridad, ni moral, ni política: no tenemos ni fuero ni vestimenta que nos coloque en un plano diferente, somos iguales al resto y desde ahí tenemos que ser cristianas y cristianos y más aún las que queremos incidir en la decisiones de nuestro país.

Muchas cosas me han pasado desde que decidí convertirme en una favorecedora de los Derechos Humanos. En política me han traicionado directa e indirectamente. He tenido que hablar con tibios de espíritu y con hijos de la oscuridad –y no es que yo sea una hija de la luz– pero en política se dice que las percepciones son realidades (frase que le escuché y le aprendí a Patricia Mercado). Hoy estoy nuevamente en la sociedad civil organizada buscando acercarme lo más posible a hacer incidencia. Pero mi experiencia de fe más fuerte en política la viví precisamente en el partido México Posible y de esa experiencia les quiero hablar, porque la viví no sólo desde el ámbito de mi fe, sino como mujer que vive y participa en la política de su país. Quiero decirles que a partir de esa reunión en el partido, hay días en que tengo que dar un matiz y refrendar mi posición en mi conciencia, porque la pública no la quiero mover.

Soy fundadora del partido México Posible, fui candidata a jefa delegacional por la delegación Coyoacán, fui Presidenta Nacional de Transparencia e integrante de la Coordinación Nacional; y me tocaba tomar decisiones. La Coordinación Nacional se reunía periódicamente. En la ocasión a la que haré referencia, el objetivo era aprobar la Plataforma Política del Partido. Estas reuniones siempre estaban acompañadas por los representantes estatales Se encontraba también el CEN (Comité Ejecutivo Nacional), cuya presidenta era Patricia Mercado, junto con las Comisiones Autónomas, de las que yo era parte, que conformaban la Asamblea Nacional de Partido con más de 250 personas, presidida por el doctor Sergio Aguayo. La mayoría de sus integrantes eran mujeres, casi todas feministas; el resto se dividía entre GBLTTTI , ambientalistas y defensores (as) de Derechos Humanos, donde yo me coloqué siempre.

En esta reunión era importante ya que si ganábamos lugares en la Cámara de Diputados federal o local, el compromiso era cumplirlos. Y esta es la historia que les quiero contar, platicarles de cuál fue mi voto en el tema de la despenalización de aborto y cómo viví esa decisión: El planteamiento en la reunión fue muy claro, México Posible tenía “irrenunciables” y uno de ellos la despenalización de aborto o su legalización. La razón principal, un problema de salud: las mujeres y principalmente las mujeres pobres mueren por acudir a lugares clandestinos a practicarse su derecho a no gestar. Esto sucede porque el Estado no reconoce su derecho sobre su maternidad y, por lo tanto, no brinda el servicio.

Así pues, se empezaron a dar argumentos. Nada diferente a lo escuchado, sólo que la diferencia era para mí: tenía que pronunciarme –esas eran las reglas de juego– y tendría una consecuencia. Todas y todos aportaban argumentos a favor y se justificaban y entre ellos/ellas se apoyaban, se solidarizaban. Todo en un ambiente de “vamos juntos/juntas” por este cambio, nadie decía nada en sentido contrario. Y yo en medio, sabía que tenía que decir algo. Pero qué decía y cómo lo decía no era sólo un tema de mi conciencia como cristiana, era de mi conciencia como ciudadana como mujer. Y esto quiero enfatizarlo, porque cuando uno le entra a la política, no le entra sólo por los grupos minoritarios o por las mayorías: en mi caso le entré entendiendo que los Derechos Humanos son irrenunciables, universales, interdependientes, indivisibles y progresivos.

En mi mente venían frases e imágenes diversas con las que crecí:

§ DIOS da la vida y él la quita.
§ Son seres únicos e irrepetibles.
§ Desde la concepción es un ser humano.
§ El derecho a neonato a vivir.
§ Es pecado abortar.
§ El quinto mandamiento dice "No matarás".
§ Soy católica y me confieso como tal, etc.

Al mismo tiempo seguía escuchando los argumentos a favor:

§ Las mujeres abortan por razones de pobreza y de salud principalmente.
§ Nadie quiere que haya abortos, pero ¿qué hacer si te violaron: tu padre, tu familiar, un desconocido?
§ ¿Qué hacer si tu marido es un macho y con tu embarazo refrenda su hombría sin importarle tú como pareja?
§ A las mujeres embarazadas nadie las contrata, ni les dan aumentos, ni las suben de nivel en el trabajo. Laboralmente son una incomodidad.
§ Del 100 por ciento de suicidios en el metro, el 40 por ciento son mujeres y de ése porcentaje, el 50 por ciento son mujeres embarazadas.
§ Las mujeres con recursos se van a Estados Unidos a abortar o lo hacen en hospitales de lujo.
§ La solución no es la adopción, las madres no abortan porque no los quieran sino porque no pueden... La adopción sólo es una opción más.
§ Las mujeres no deben ir a la cárcel por abortar.

Por otro lado:

§ “La Iglesia es la culpable”, si permitiera métodos anticonceptivos.
§ “La Iglesia es la culpable”, por no permitir que hablen del tema en las escuelas.
§ “La Iglesia es la culpable”, por decir que el sexo es malo.
§ “No hay pruebas de cuándo se tiene alma o es ser humano”.
§ “El Estado servilista a la Iglesia”.
§ No hay argumento que como Estado no lo permita.

Así todo al mí alrededor. Yo tenía que hacerme cargo de mi responsabilidad como Iglesia que soy, tenía que hacerme cargo también de mi voto como ciudadana. Así que me paré de mi lugar y caminé, pedí me pusiera al final de la lista antes de las votaciones. Quería hablar y que nadie más hablara después. Quería ser la última. Aún sin claridad de lo que iba de decir, sólo en mi cabeza decía: “Dios ayúdame, que no me equivoque”. Algunas personas junto a mí se dieron cuenta que estaba trastornada pero no hablé… con nadie.

Llegó el momento. Era una gran mesa rectangular en un gran salón de un hotel. En la parte central estaba la presidencia de la Asamblea, varias feministas en el centro frente a la pantalla exponiendo sus razones. Elsa Conde (ahora diputada federal) tomando las notas, la cámara de video apuntándome y la edecán dándome el micrófono. ¿Tenía que optar? No quería optar. Pero las mujeres pobres, de clase media, las que no tienen información o las que tienen miedo de hablar se mueren y lo hacen por ser sujetas de injusticias y por no tener servicios de salud. ¿Podía yo hacer algo para evitar que no se murieran? No podía cerrar los ojos –era una práctica que se seguiría haciendo donde se morían inocentes. Así de frío, porque de algo estaba segura: yo no me iba hacer tonta con que son células y no personas, o con que no se ha demostrado en qué momento se tiene alma, porque tampoco iba a renunciar a mis creencias. Yo sí creo que desde el principio son seres únicos, irrepetibles e hijos/hijas de Dios. Pero tampoco podía tratar de imponer mis ideas a una sociedad plural, eso es la verdadera separación del Estado y de le Iglesia: legislar sin favorecer a ninguna posición de FE. Y así tenía que votar.

Apenas tomé el micrófono, me tardé unos segundos en que saliera la voz de mi garganta, llamé tanto la atención que se hizo un silencio y empecé a llorar, pero entre sollozos hablé. Ahí supe que me enfrentaría el quinto mandamiento, pero que trataría de buscar argumentos en las bienaventuranzas: “BIENAVENTURADOS LOS POBRES, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE DIOS. BIENAVENTURADOS LOS QUE LLORAN, PORQUE ELLOS SERÁN CONSOLADOS. BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA, PORQUE ELLOS SERÁN SACIADOS”. Y entonces vino la luz. Yo buscaría ser misericordiosa con esas mujeres sin importar sus razones y que Dios tuviera misericordia de mí, porque nunca me iba a quedar callada.

Les dije que para ellas y ellos seguramente resultaba muy fácil el tema. Llevaban, como decían, diez, quince años luchando por esa causa y que ahora la veían con grandes posibilidades de alcanzarlo. Les dije que yo no tenía su posición, que me dolía pensar en la idea de matar a los no nacidos, pero que también creía en los derechos de las mujeres en tomar la opción de abortar y que lo ideal sería que nadie se muriera, pero subrayo que casi no hay manera de evitarlo en este mundo de injusticias. Nadie se debería de morir por no tener acceso a la salud, ni por ser pobre, ni por ser madre, ni por tomar una decisión, pero tampoco nadie se debería de morir por no haber nacido aún.

Pero, sobre todo, entendía que no todas las personas creemos en lo mismo. Así que yo defendería el derecho a decidir de esas mujeres ante tribunales sociales, penales o religiosos y si de algo servía, rezaría por los no nacidos y buscaría contribuir a encontrar las soluciones que causan estas decisiones tan dolorosas para las sociedades. Y vote a favor de las mujeres y de su derecho a decidir.

Lo que pasó ahí después no importa. México Posible desapareció y hoy tenemos una ley en el DF que despenaliza el aborto. Hoy las mujeres libres toman la decisión y pueden optar, que haga cada una lo que le diga su conciencia. Yo en su momento hice lo que mi conciencia me dictó. Ojala que todas y todos los legisladores que tiene que votar lo hagan en conciencia y sin responder a ningún interés religioso, buscando en su interior su vocación de legisladores, representantes del pueblo y defensores de las y los marginados.

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