domingo, 3 de julio de 2011

De los ocho que tenía, ya namás me quedan cuatro ¡Lavanderas y lavanderos! Hace unos días llegó nuevamente la vecina con dolor de espalda y bien mole

Publicado en http://publimetroblogs.com/trapitosalsol/page/2/
02.14.11

Hace unos días llegó nuevamente la vecina con dolor de espalda y bien molesta. Y es que cómo no, si usa unos taconzotes para ir a su chamba en la Asamblea Legislativa. Dice que es una costumbre que no puede cambiar, así creció y dizque los tacones le formaron el carácter en el trabajo. La verdad es que me dio harta pena verla caminar así. Por lo que me ofrecí a darle una buena friega de alcohol en los pies mientras me platicaba.

Le pregunté que qué le había pasado. Me respondió que traía un gran coraje, y no por el dolor de espalda, sino porque mientras ella trataba de estar a la altura de un recinto tan solemne como la Asamblea, las y los diputados simplemente no lo hacían. Resulta que desde hace un año llevan preparando una ley (la del Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal) y que por fin el jefe de gobierno la presentó el 14 de diciembre. Esta ley es una propuesta para que en el Distrito Federal todas, sí TODAS, las instancias de gobierno planeen sus actividades y sus gastos pensando en lo mejor para las y los que vivimos y transitamos por esta ciudad; es lo que llaman la política pública y presupuestaria con perspectiva de derechos humanos. La explicación me sorprendió, así que le pregunté si era verdad que se necesitaba una ley para que los funcionarios hicieran el trabajo que se supone les toca hacer. “Pues sí”, me contestó molesta. “Ya ve que lo que no se lee, no se hace.”

Pues total, la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa lanzó la convocatoria para que se aprobara. Citó a las y los diputados a las 12 en punto en las oficinas que están en la calle de Gante. Así que para llegar puntual, mi vecina salió a las 10:30 am de su casa a tomar el pesero que la llevara hasta el metro General Anaya y de ahí hasta la estación Bellas Artes. A las 11:40 am ya estaba en el centro. Ya me la imagino, caminando con sus taconzotes hasta Gante. ¿Y que creen?, ella fue la primera en llegar y luego de poquito en poquito fueron aterrizando los legisladores: primero el Presidente, luego el Secretario, al ratito otro; y así a cuentagotas los restantes. Por cierto, me cuenta mi vecina que hasta tuvo que ir a la sala de junto a pedirle a una diputada que le echara ganas para llegar. Bueno, pa’ que me entiendan, me contó que había más público que legisladores.

¡El colmo! Fue hasta la una de la tarde que una voz anunció que había quórum, y entonces pasaron lista e iniciaron la dictaminación. De repente, lo impensable, lo inaudito, lo irresponsable: un diputado de plano se salió de la sesión. Al ver que no regresaba, mi vecina salió rete acomedida a buscarlo con todo y sus tacones. Como a los cinco minutos, que se para otra diputada, que ni adiós dijo y que se nos desaparece. Ya con tanto desorden, se rompió el quórum y se quedaron sólo cuatro diputados.

Mientras mi vecina me platicaba, me acordé de aquella canción que decía:

Yo tenia 10 perritos

uno se quedo en la nieve…

nada más me quedan nueve, nueve, nueve

Pues así, de los 9 diputados que había uno mando un justificante médico, otro ya venía cuando la grúa se llevó su coche, otro más ni avisó ni nada y dos legisladores de plano se aburrieron con los derechos humanos y se fueron. Es decir, de los 9 que tenía sólo quedaron cuatro, cuatro, cuatro… Pues con razón mi vecina estaba bien molesta, así no se puede. Tenían que ser por lo menos cinco.

La historia terminó en que llamaron a otra sesión pa’ dictaminar la mentada ley ¡Ay, estos diputados! Ganan un sueldo mucho mayor que el de muchas y muchos ciudadanos (que además se paga con nuestros impuestos) y simplemente les vale su trabajo. A la menor distracción se van o de no plano no asisten.

Unos días después de ese episodio, estoy aquí en las escaleras leyendo en el periódico los relajos que se traen en la Asamblea Legislativa, mientras mi vecina sale de nuevo con sus tacones rumbo a su trabajo. Anda bien contenta porque dice que ahora sí se dictaminará la ley, que dizque los diputados ya quieren aprobar el Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal. Va tan feliz que no la quiero desanimar con las noticias. Eso sí, me pregunto a mi misma: ¿para cuándo tendremos legisladores comprometidos y responsables?

Ahí les cuento luego cómo le fue a mi vecina.

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